domingo, 8 de junio de 2008

Repaso de conceptos y errores: integración en Europa

"El genio se compone del dos por ciento de talento y
del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación."
Beethoven


La Transición Democrática marcó un cambio muy profundo en las relaciones internacionales de España. Durante la Dictadura de Franco nuestra presencia exterior fue limitada. A duras penas se superó el aislamiento decretado por la ONU en la posguerra mundial. Sólo gracias al apoyo de EE.UU. fue posible recuperar un alineamiento con Occidente, aunque siempre España fue un aliado menor en la Guerra Fría. Por ejemplo, España no formó parte de la OTAN durante todo ese periodo.

Cuando España supera la Dictadura y entra en el actual periodo democrático, dos son los temas que más interés suscitan en el ámbito de la política exterior: el ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE), antecesora de la actual Unión Europea, y el ingreso en la OTAN. En el primero de los casos la unanimidad política era total y el respaldo social, amplísimo. Para muchos españoles, ya desde el franquismo, el ingreso en la CEE simbolizaba insertar a España en el progreso y la prosperidad de Europa occidental, vincularnos con los países y las sociedades de una de las áreas más desarrolladas del mundo de entonces y de ahora. El ingreso en la OTAN, en cambio, era más polémico. La izquierda, muy distante de EE.UU. por su apoyo a Franco durante décadas, veía con buenos ojos aprovechar la oportunidad de la Transición para situar a España en una posición de neutralidad en la Guerra Fría. Estados como Austria o Finlandia tenían por entonces un status de neutralidad reconocido por las dos superpotencias en ese sentido. El centro y la derecha, en cambio, creían que precisamente había que caminar en sentido contrario, y con firmeza: nuestros vínculos con el sistema de valores de occidente (democracia liberal, capitalismo...) eran de tal naturaleza que ahora estaba plenamente justificado el ingreso en la OTAN, asumiendo los compromisos de los restantes países de Europa occidental miembros de la organización defensiva. El Gobierno de Suárez no dio el paso, pero sí lo hizo Calvo Sotelo en 1982, eso sí, con la oposición de la izquierda que, en el caso del PSOE y Felipe González se comprometieron a convocar un referéndum si llegaban al poder para sacar al país de la OTAN. Llegaron los socialistas al poder, tras las elecciones generales de 1982, y en su programa se incluía la celebración de dicho referéndum. Eran años de crisis económica, de cierta inestabilidad política y de negociaciones muy duras para el ingreso en la CEE. Finalmente Felipe González dio un giro a su planteamiento, en buena medida a causa de la presión de estados miembros de la CEE que no comprendían la posición española en relación con la OTAN, y convocó el referéndum, sí, pero no para pedir la salida sino la permanencia, eso sí, con ciertas condiciones: retirada progresiva de los norteamericanos de las bases conjuntas, desnuclearización, no ingreso en la estructura de mando militar de la Alianza. El referéndum se celebró finalmente a principios de 1986, siendo España ya miembro de la CEE, y el resultado, por margen algo ajustado, favoreció al Gobierno y su propuesta de permanencia. En el País Vasco, Navarra, Cataluña y Canarias, en cambio, triunfó el no.

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